56.
El dolor fue inmediato.La plata de la carne era la única realidad del mundo. Aquel chico jamás había sufrido tanto.
Cada nervio imploraba piedad. Así, unos cazadores transformaban a lobos en Cánydos. Los collares de plata incitaban a la bestia y aniquilaban al hombre.Y cuando la bestia estaba en el apogeo de su fuerza, torturaban y humillaban.
Cuando el dolor pasó, el chico vio el cielo estrellado. Tendido de espaldas en el suelo, atado con gruesas cadenas. El cielo le pareció luminoso e infinitamente vacío.
A continuación, los gemidos de una niña. No era una simple niña. Era un lobo.
-No -lloró el chico.
Uno de los cazadores de acercó a el.
-Se ha despertado.
-¿Ya?
El cazador le cogió del pelo y le agitó la cabeza.
-Eres un tipo fuerte -le dijo.
La niña chilló. Los cazadores rieron.
-¿Que le estáis haciendo?
-Aún habla -dijo el cazador, asombrado.
-Ponle el collar y déalo.
-Obedezco -resopló el otro.
-Deja que mire -lo detuvo una voz-. Si es tan fuerte como dices, derá un Cánydo formidable. Déjalo mirar, Andersen.
-Como quieras, Primero.
Cadenas desatadas. Cadenas tintinearon.El cielo daba vueltas y una luz cegadora hirió sus pupilas. Luego, de nuevo, todo giró y fué dolor.
57.
Aquella niña. Una mezcla espeluznante entre lo que había sido un Lobo. Pelo y fauces, pero ojos eterrorizados.
Humanos.
-Bienvenido, chico.
Feliz quiso responder. Aulló. Primero sonrrió.
Tarde o temprano, el Lobo se impondría. Y domesticarían al Lobo.
Tarde o temprano, se convertiría en un Cánydo. Pero no importaba. Estaba sola. Su queria hermana estaba muerta.
Era una muñeca. Los ojos de vidrio.Cristalizados en una expresión, obserbó feliz, que era terror y estupor a un tiempo.
Felíz sintió deseos de gritar.
Una vez más, aulló.
-Inútil -concluyó Andersen.
Luego le corto la garganta.
Ella, con fuerzas, se desfiguró la cara, robó la bufanda de Primero y se convirtió en Primo.
Ahora sería la asesina de Lobos.
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