Bú.

viernes, 6 de mayo de 2011

Nada grande se hace sin Quimeras.



-¿Los fantasmas no fuman, verdad?
-Qué yo sepa, no.

-¿Tú no crees en los fantasmas, eh?
-No, señor.
Aquel hombre, sonrrió y quizá, por un instante, el muchacho creyó entrever al grupo joven
qué el soldado había sido.
Antes.
-Entonces no eres muy fiable como fuerte.
-Ya, estás en lo cierto.
-Si, no eres tonto -dijo el soldado, tras observarlo un buen rato-. Escucha.. Un fantasma se
sentó y habló conmigo. Le costó, como si supusiera un gran esfuerzo para él. Abría y cerraba 
la boca como un pez. Pero hablaba igual qué cuando estaba vivo. Parecía un finolis francés con sus ridículas erres. -Rió-. Me dijo qué allí abajo hace frio. Está en el Infierno. Me dijo qué el Infierno no era cálido, es frio.Un invierno perenne. Todos nosotros acabamos en el infierno. ¿Lo saves, verdad?
-Sí.
Después de una buena charla, el chabal llegó a una conclusión. Después de las palabras de aquel
hombre, el muchacho quería poseerlo todo.
Calló la noche. Hacía frio.
Se hizo el silencio.
-¿Qué quieres? . preguntó el soldado.
-Lo quiero todo.
-¿Todo? -repitió la voz, despectiva- ¿Qué significa?
Al verse intimado, el muchacho tituveó.
-Quiero el mundo.
Ahora había oscuridad. Y aroma a flores.
Menos fuerte. Menos cruel. Menos doloroso.
-¿Sólo el mundo? ¿Éste mundo? ¿No ves qué solo hay escompros y ruinas?
-Si.
-¿Y los otros mundos? -La voz lo probocaba cada vez más, burlándose.
-¿Otros mundos? 
El muchacho no había imaginado su existencia, ni en sus fantasías más desenfrenadas.
Estaba inquieto.
-¿Hay otros mundos? -repitió con voz temblorosa.
Muchos. Mundos por conquistar, poseer y sostener.
-¿Y puedo tenerlos?
-Eso no lo sé.
-Quiero esos mundos - dijo el muchacho enfadado.
-Niño -dijo la voz-, yo puedo darte todas las llaves para habrir la Puerta Zurda, en cuanto al resto...
-Lo quiero.
-Tienes talento, ¿saves? -añadió la voz, cansada.

-Lo sé.
-Pero tu ambición no conoce los límites.
-
Eso también lo sé.

-¿Quieres multitudes adorantes? ¿Quieres el poder de la vida? ¿Quieres ser dueño de la muerte? ¿Quieres ser Dios?
Primero, las palabras del desconocido lo entusiasmaron, después lo aterrorizaron.
-Yo..
-¿Qué quieres, chabal?
-Quiero ponerle precio a todo. A los peces del mar, al aire qué respiran. Un precio a todo. No me interesa poseer. Yo quiero..
-Vendér -dijo.
De hizo el silencio, hasta qué murió el soldado, malherido. Pero feliz.






Fin de la primera parte.

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