El lenguaje es una trampa que nos engancha desde los dos años y no nos suelta hasta oírnos expirar. Gritamos porque duele. Pedimos auxilio porque tenemos palabras.
El lenguaje como puente, como barrera, como límite. La forma de estar con uno mismo, la forma de poseerte.
Conversamos sobre novela y realidad, cada uno desde su
trampa. Escupiendo palabras por no poder escupir vísceras. Qué extraño es eso
de la realidad, dices, un territorio de
intersección entre nosotros y el mundo, un espacio nunca compartido.
¿Y la novela? Las novelas, joder, son puñados de palabras
que viajan entre realidades, que pueden traspasar fronteras, que nos traen noticias
de otras realidades, afirmas.
Yo callo con la palabra. Callo.
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